domingo, 29 de septiembre de 2013

Trekking en Makstesh Hagadol

El otro día tuve la oportunidad de realizar mi primera escapada...Un trekking por el desierto del Néguev!! Fue una experiencia interesante y bonita.

La excursión consistía en una caminata nocturna, dormir en tiendas de campaña y, a la mañana siguiente, explorar caminando otro pequeño rincón.

De camino al desierto, hicimos una parada con el fin de organizar una barbacoa. Chuletas, ensalada "israelí", sweet potatos y de postre plátano asado con chocolate...la mejor manera de coger energías antes de la pateada!

La ruta nocturna fue preciosa. Es una ruta bastante popular entre la gente local cuando hay luna llena, ya que ésta ilumina ligeramente el camino. Para dar comienzo a la misma, esperamos a que la luna se asomara por detrás de las montañas y comenzara a elevarse sobre nosotros. Mientras tanto, nos tumbamos en el desierto, con las linternas apagadas, a disfrutar del silencio de la noche y de ese magnífico cielo estrellado.

La ruta fue muy bonita porque aunque era de noche, la luz de la luna reflejaba en las montañas rocosas dándole a estas un color blanquecino con un aspecto casi mágico. Tuvimos la ocasión también de cruzarnos con cabras montesas que nos observaban con curiosidad a nuestro paso.

Al final de la ruta, había una especie de camping improvisado, donde mis compañeros de aventura decidieron pernoctar. Aunque todos estábamos cansados, no quisimos acostarnos sin antes compartir unas cervezas, un poco de pan con queso y una narguile.

Algunos decidieron dormir bajo las estrellas. Yo, sin embargo preferí hacerlo dentro de la tienda, al ser informada de que algunos escorpiones (aunque no muchos) habitan en ese desierto ;).

Cuando me desperté a la mañana siguiente y salí de la tienda, las vistas me impresionaron. Ese valle iluminado tímidamente la noche anterior, se mostraba ahora ante mis ojos con su máximo esplendor: un valle profundo bordeado por montañas rocosas con diferentes tonalidades.

                                          

El nombre de este lugar es Matktesh Hagadol, lo que traducido al español sería como el Gran Cráter. Que se le llame cráter no se debe a que un meteorito haya chocado en este lugar contra la tierra, sino a un singular fenómeno atmosférico que tuvo lugar hace millones de años y que se ha dado únicamente en el desierto del Néguev y en la Península del Sinaí (Egipto).

La idea es que hace como 70 millones de años, una capa de roca dura cubría toda esta zona. Bajo esta capa subyacían otras capas de roca más porosa. Tras un terremoto, la superficie se partió por algunas zonas, lo que provocó que, cuando años más tarde el mar cubrió este desierto, parte del agua se filtrara por esas hendiduras sacando hacia fuera la arenisca de las capas más bajas. Cuando el mar desapareció, la capa dura de la superficie colapsó y se hundió, dando lugar a este valle en el desierto único en el mundo.

                                                                                  

Esa mañana la aprovechamos para hacer otro trekking hasta llegar al Ein Akev, una pequeña poza de agua natural en medio del desierto que proviene de aguas subterráneas y de la escasa lluvia de la zona.

Cuando llegamos allí, otros excursionistas como nosotros aprovechaban el momento para darse un baño y refrescarse. El ambiente era muy distendido, casi familiar. Supongo que por las fechas que son, yo era la única extranjera en el lugar. Me gustó mucho que la gente, sin conocerse, hablara entre ella y bromeara. Como hablaban en hebreo y yo no les entendía, aproveché para relajarme y disfrutar del momento. Reconozco que no pude evitar sentirme contenta al verles reír...Independientemente de todos los errores que hayan podido cometer a lo largo de los años y los que sigan cometiendo, me alegré de una manera sincera de que esta gente al fin pueda gozar de un poco de paz y tranquilidad en sus vidas.

La parada que allí hicimos también sirvió para compartir un poco de café recién hecho y unas galletas de canela que otro de mis amigos había hecho el día anterior.

Mientras hablábamos y nos reíamos, captó mi atención lo que estaba ocurriendo a pocos metros de mí. Un niño negrito de unos 10 años sostenía en sus brazos a un niño casi albino de unos 2. Los dos se reían y se abrazaban, por lo que no pude evitar acercarme para averiguar su relación. Eran hermanos! Allí estaban sus padres, una pareja de judíos rubios y muy blancos de piel, que habían tenido dos niños naturales y habían decidido adoptar a otros dos africanos...Esa imagen tan tierna y a la vez tan humana se ha quedado grabada en mi retina.


Como aquí no puedo subir todas las fotos que me gustaría, he decidido abrir una cuenta en flickr donde subiré pequeños álbumes de mis escapadas. Aquí dejo el primero!
 
 

1 comentario:

  1. Alucinante!! Que experiencia más enriquecedora. Me encantan las fotos. Besos

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