viernes, 13 de septiembre de 2013

Recién aterrizada!

El 11 de septiembre a las 16.30 pm aterricé en el aeropuerto internacional de Ben Gurion.

La última noche en España la pasé de lo más tranquila. Mi madre no daba crédito. "Parece que en vez de Tel Aviv te vas a Cuenca", me decía. Sé que es raro, y ni yo misma lo entiendo, pero el hecho de terminar de preparar todo mi equipaje sabiendo que voy a estar tantos meses fuera no consiguió aflorar en mí ningún sentimiento de nervios o ansiedad.

El solo hecho de llegar a la puerta de embarque ya fue una gran experiencia en sí misma. Gente de aspecto tan variado y tan diferente a lo que yo venía acostumbrada (algún judío ortodoxo vestido como vulgarmente dice alguno de "pingüino", mujeres con el pelo tapado con sencillos pañuelos, otros judíos que simplemente llevaban el kippa, europeos...) se agolpaban en la puerta de embarque esperando el momento de subirse en el avión. Supongo que porque coincidió con uno de sus rezos diarios, en esa misma cola había como 3 judíos que, haciendo uso de su tefilims y talits (en algún momento seguro que podré hablar sobre esto con más calma), rezaban mientras que yo disimuladamente les observaba.

El vuelo transcurrió tranquilo. Dormí gran parte del mismo gracias a la falta de sueño de la noche anterior. No por nervios, sino por el miedo a quedarme dormida y perder mi vuelo, lo que provocó que cada unos 15 minutos me despertara para mirar el reloj.

A medida que nos aproximábamos hacia mi nuevo destino, desde mi ventanilla del avión pude vislumbrar la maravillosa costa de Israel. Kilómetros y kilómetros de playas de arena que se perdían en el infinito. Mi primer pensamiento, como no podía ser otro, fue en qué punto de ese "infinito" se encontraría ese lugar que por desgracia tanto conocemos todos llamado "Gaza"...¿Cómo toda esa belleza que se ve desde ahí arriba puede convertirse en pura desgracia pocos kilómetros más abajo?

Me llamó también la atención lo árido del terreno. Casas blancas de diferentes alturas se perdían en ese suelo rojizo salpicado de algún pequeño bosque verde. Una vez aterrizados, me divirtieron las palmeras que nos daban la bienvenida, lo que me hizo pensar que quizás ése sea uno de los motivos por los que a este lugar se le llama el "Miami oriental". Fuera, 31º y un elevado porcentaje de humedad.

Una vez en tierra, comenzaron mis "miedos" sobre los controles de seguridad. Sin embargo, debo decir que las historias que te cuenta la gente más se parecen a veces a películas de ficción. Tras pasar por el control de pasaportes donde fueron muy amables, me dirigí a continuación a recoger mi equipaje. ¿Dónde están esos controles tan horribles?, me preguntaba yo. Cuando pasé por el "Nothing to declare" creí que de nuevo ahí me pararían, pero me equivoqué. Si bien es cierto que tienen un puesto de control por que el que escanean el equipaje de aquellos pasajeros que ellos consideren oportuno, a mí nadie me molestó.

Salí y allí estaban esperándome para ayudarme con las maletas. Debo reconocer que, el que la primera persona que conoces en un nuevo país sea tan afable y sonriente, te da una muy buena impresión.

Durante el trayecto hasta casa no vi nada que me sorprendiera. Fuimos hablando de distintos temas, y sobre todo yo ya llegué preguntando. Quiero saber, conocer.

La llegada a mi casa fue muy buena también. Mi compañera de piso me esperaba con una botella de vino rosado y la verdad que es muy simpática. Después de haber estado hablando durante dos horas y tener ciertas dificultades en algunos momentos para entenderla debido a su acento poco familiar para mí y a que yo llevaba ya un tiempo sin hablar en inglés, nos fuimos a cenar a la calle con más bares y terrazas de Tel Aviv. Me sorprendió la calidad de la comida, aunque en realidad pedí una simple ensalada. Los precios son parecidos a los de Madrid y las porciones muy generosas. Para beber, nos pusieron jarritas de agua del grifo con menta.

En general, debo reconocer que la ciudad se ve un tanto decadente. Todas las casas son blancas y se ven un poco "destartaladas". La mayoría de las casas tienen un jardincito en la entrada donde las plantas o flores brillan por su ausencia. Todo es digamos bastante austero. Aunque muchos de los cafés y bares tienen un gran encanto.

Mi primer día de trabajo también fue muy bien. Conocí a la gente de la oficina, quienes también me dieron una amable bienvenida. Esa misma tarde, me fui a conocer la zona de la playa. La verdad que me sorprendió, ya que está muy cuidada y es de lo más agradable. Además de numerosos restaurantes y bares donde relajarte, también tiene una zona para hacer ejercicio al aire libre, había niños haciendo surf, gente tocando la guitarra, dándose un último baño, leyendo, viendo el atardecer, jugando a las palas, al backgammon...

Desde luego, debo reconocer que es un gran lujo vivir a 5 minutos de esa gran playa de arena dorada!

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